lunes, 2 de noviembre de 2015

Vaciado de mi mente-celular #3

El exuberante placer de las buenas pláticas. Sentados en esa mesa unos amigos, la novia de uno de ellos y yo conversábamos (consideró que aunque ya no esté con ellos seguimos conversando de manera espectral, un simple astro de nuestras palabras y lo estratos de ellas) de lo primero que llegase a nuestra mente. Una idea, un recuerdo, una canción, lo que sea.

La plática fue elevando el intereses que cada uno de nosotros había sentido en su vida y lo duplicó. Los ojos abiertos, la luz diurna con una combinación de rojo, verde y amarillo; nuestros cuerpos en posición de atención, la proximidad de nuestros vecinos casi fantasmal; las manos nunca dejaron de moverse, los cigarros sobre la mesa hasta que desaparecieron en los pulmones de toda persona alrededor (tal vez incluso en más); las voces (¡Las voces!) entonando con efervescencia provocada por el exuberante placer de las buenas pláticas.

Nuestras voces, que no eran nuestras ya que las habíamos pedido prestadas por la ocasión, perdían su ton natural y cada vez acarraspeaban más rápido, gritaban sin gritar, soltaba sonidos de risa desde la caja torácica y entraban a un contenedor mucho más grande, que espero pueda contener la alegría juvenil pero madura que brotaba de nosotros de manera particular y como grupo.

Nuestras caras iluminaban cada vez que un nuevo tema se nos ocurría, lo cual era difícil, sudaban por la excitación del poder dejar salir todos nuestros gritos de una manera que no fuera esa misma. Por último nos quitamos la máscara de la cual tanto habló Paz, nuestro rostro se abría enteramente al exuberante placer de las buenas pláticas.

- Arturo Quintero, "Relatos" o "El exuberante placer de las buenas pláticas".

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